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La favorita (2018), Yorgos Lanthimos


Portada de La Favorita, de Yorgos Lanthimos
Portada de La Favorita, de Yorgos Lanthimos


INTRODUCCIÓN


Seamos claros: la Gala de los Óscar siempre trae controversia. Siempre cae algún premio en manos, para muchos, equivocadas. Tal es el extremo que, entre una buena parte del público, empiezan a perder prestigio a ritmos acelerados. No obstante, cuando una película se lleva diez nominaciones, como es el caso de La Favorita, y a falta de conocer el veredicto, poca duda debería quedar respecto a la calidad de la cinta. Más aún cuando el director, Yorgos Lanthimos, ha dirigido películas como Langosta o Canino, ambas con una generalizada buena crítica.

No obstante, la única película que puede dejar a la «bestia» Roma, de Alfonso Cuarón, (otra película que pese a la unanimidad de la crítica profesional, arrastra controversia entre el público no especializado) sin tan apenas premios, no tiene, a mi parecer, muchas papeletas de pasar a la historia como una obra maestra.


SINOPSIS


Ambientada en la Gran Bretaña de finales del siglo XVII, narra la historia de la reina Ana, afectada de gota y espectadora de dos guerras, la de Sucesión española y la llevada a cabo entre su «amiga» Sarah Jennings y Abigail Masham, mujer que llegó a la Corte a trabajar como criada y que moriría con el título de Baronesa y siendo una de las favoritas de la reina.


OPINIÓN


La película tiene, como toda obra, cosas buenas y cosas malas. Quizás incluso más cosas malas que buenas, para ser sinceros.

Por una parte, la dirección no es en absoluto sublime. El apartado técnico ni es espectacular ni innova por ningún lado. La combinación de travellings con grandes angulares de una forma un tanto caótica da, desde luego, para debate. Y es que el director ha querido transmitir la frialdad de la nobleza de la época, haciendo hincapié en resaltar los contrastes, los lujos de los espacios inmensos pero gélidos de la Corte con las pequeñas habitaciones de las criadas, (que también son frías, sí. Ahí todo el mundo se odia: los políticos a las damas, las damas a las damas y a los políticos, las criadas a las criadas, los políticos y las damas, y un largo etcétera, en el que lo único que alberga algo de humanidad son los diecisiete conejos de la reina) las largas escenas a cámara lenta de los entretenimientos de moda, como carreras de ocas, competiciones de langostas o la humillación de bufones, transmitiendo angustia al espectador con un ambiente hasta cierto punto macabro, con otras mucho más dramáticas, como los episodios de alucinaciones de la reina, en los que la técnica del ojo de pez, que ha quedado relegada a la filmación de deportes en primera persona, se emplea lo mejor que se puede. Los barridos también son abundantes, dando a la película un tono casi caricaturesco, no necesariamente en el buen sentido. Por momentos, la película me recordaba a Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton.

Digo yo, vale que el director quiera hacer una crítica a la nobleza y a los excesos pero, ¿de verdad era necesario dar todo tan machacadito? ¿Había que tirar tanto de maniqueísmo para hacer la película? El hecho de estar organizada por capítulos, que rompen absolutamente con un eje cronológico bastante breve y que están poco más que para dejar por escrito alguna de las frases que se dicen, con una justificación en el texto imposible de justificar, valga la redundancia, por la dificultad que trae a la hora de leerlos, tampoco ayuda.


Por otro lado, el argumento es una propuesta ambiciosa cuanto menos. Dos horas justas de película con tan sólo tres personajes (seis, si contamos las brevísimas intervenciones de los ministros y de algún que otro militar), y con diálogos poco menos que constantes. Sin embargo, la película en sí misma es una reiteración, con inicio, desenlace, y un nudo en bucle del que el espectador tiene ganas de salir. No se puede decir que sobren escenas, porque en cada una siempre hay algo nuevo que mantiene vivo el argumento, con algún que otro guiño a directores como Kubrick que rompen con la monotonía y vuelven a sumergir al espectador en la película, pero pasada la hora y cuarto de película empieza a aburrir: dos mujeres peleándose por cortar el pastel, cada vez de una forma más deshumanizada, y una reina a la que solo le importa tener una acompañante sexual que satisfaga sus caprichos, puede ser una buena propuesta para una obra, pero hay que saber hacerla bien. Si a eso le sumamos la continua sátira carente de sustancia, las escenas dignas de una comedia romántica americana (el baile en el bosque), o la poca emoción que causa en el espectador ver que todo el mundo es muy pero que muy malo, el resultado no es demasiado halagador.

Tampoco hay, por no eternizarnos, un mensaje. Más parece una película hecha para entretener que para expresar.


A la banda sonora no hay pegas que ponerle porque es tremenda. El problema es que no es propia: Bach, Händel, Purcell o Vivaldi son algunos de los compositores cuyas obras aparecen durante la cinta.


Lo mejor de todo, sin duda alguna, son las actuaciones. Olivia Colman, Emma Stone y Rachel Weisz lo bordan. Merecidísimas nominaciones las de las tres actrices, a Mejor Actriz y Mejor Actriz de reparto, respectivamente.



(De izquierda a derecha): Emma Stone, Olivia Colman y Rachel Weisz
(De izquierda a derecha): Emma Stone, Olivia Colman y Rachel Weisz


CONCLUSIÓN


Si bien es una película hasta cierto punto entretenida, con una propuesta interesante y un reparto muy, pero que muy, bien seleccionado, resulta en un tono insulso insuficiente para el espectador promedio. El trabajo por parte de las tres actrices es lo más destacable de la obra, sin olvidar tampoco el trabajo de vestuario y ambientación, que está muy logrado. Y, aunque las fases de locura de la reina están magistralmente rodadas, deja con un sabor muy amargo al terminar el visionado, con la terrible sensación de que ahí falta algo, de que no es una propuesta bien terminada. A ojos de la crítica, no tengo ni idea, pero a ojos de un aficionado a las películas que no siguen, necesariamente, los cánones, desmerece un tanto.

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